El dinero es definido como medio de intercambio, depósito de valor y unidad de cuenta. Sin embargo, solo en el actual período de la historia estas funciones residen en una única moneda oficial de escala nacional. A lo largo de la mayor parte de la historia, diferentes formas de dinero han cumplido estas funciones por separado, y se mantuvieron vigentes por siglos (Lietaer, 2005; Greco, 2001; Douthwaite, 1996).
Desde un punto de vista genérico, podemos remontarnos a los primeros sistemas de trueque de la humanidad para encontrar la sistemática de los sistemas monetarios sociales (Lietaer, 2005). Desde hace miles de años, distintas comunidades humanas han creado sus propias monedas con objeto de satisfacer las necesidades de sus miembros y resguardarse así de la inestabilidad económica. Desde entonces, y hasta nuestros días, las monedas sociales han pasado por numerosos avatares, y en la actualidad se encuentran en muchísimos países del mundo. Las monedas nacionales, así como las supranacionales, han sido un claro obstáculo para su desarrollo, si bien algunos de los sistemas monetarios complementarios se basan en monedas que precisan de la redención última en moneda oficial. En muchas comunidades, a lo largo de la historia, se han creado monedas locales. En el antiguo Egipto se crearon este tipo de monedas, y su existencia está íntimamente relacionada con su prosperidad económica. También en la Edad Media y en el sistema feudal se crearon este tipo de sistemas monetarios. Un ejemplo emblemático de monedas comunitarias se circunscribe al hecho de que las grandes catedrales de la Europa del Medioevo fueron financiadas con los denominados «breakteats» o monedas locales, y los trabajadores fueron remunerados con dichas monedas.
El primer modelo de intercambio es la denominada mercancía-mercancía (Lietaer, 2005). Con la aparición del dinero aparece el modelo mercancía-dinero- mercancía, facilitando los intercambios y la división del trabajo. El paso siguiente en la modelización de los intercambios fue el modelo dinero-dinero. Esta situación dio paso en nuestros días a la eclosión de la economía financiera que, según los defensores de la economía solidaria, se encuentra muy alejada de la economía real. De hecho, la economía financiera tiene su propia lógica al margen
de la economía productiva.
Hay diversas experiencias documentadas del uso de monedas complementarias, que se combinan con dinero convencional, desde los años 30 del siglo xx. Se parte del uso de monedas complementarias en ese tiempo: en Alemania surgió el Wära, en Austria el Wörgl, y otras en los países escandinavos, Bulgaria, Canadá, Dinamarca, Ecuador, España, Francia, Italia, México, Países Bajos, Rumania, Suecia, Suiza, Finlandia y China (Lietaer, 2005; Lopezllera, 2002). Estas monedas respondieron a la necesidad de tener formas alternativas para comprar bienes para el abastecimiento familiar durante la depresión de 1929, si bien la mayoría de ellas fueron prohibidas por los gobiernos de los países después de un tiempo en funcionamiento.